31 enero 2012

LAST SPLASH (The Breeders, 4AD/Elektra Records, 1993)



Desde las atrevidas minifaldas de las chicas «ye-yé» hasta la iconoclasia de las vocalistas chirriantes del punk, las pulsiones femeninas han sido infaltables «compañeras de ruta» en el rock. La libertad sexual, el baby-boom de los años sesenta, el cuestionamiento de los roles masculinos y femeninos, la ruptura generacional y el despegue de la industria del disco fueron los principales factores del surgimiento de una creciente legión de muchachas que irrumpieron con la guitarra eléctrica en alto. Es probable que la primera cantante sexy del rock haya sido Cilla Black, quien en los años sesenta cosechó éxitos gimiendo hermosas melodías al estilo de la Tamla Motown, pero agregándoles el sonido beat de Liverpool. La «década prodigiosa» conoció también varios grupos femeninos. Las Ronettes, las Crystals y las Chiffons, por ejemplo, eran las típicas vocalistas que unían el canto con el baile sobreensayado, lejanas precursoras de los montajes coreográficos de las divas del pop actual. En la ribera opuesta, las chicas garageras capitaneaban un estilo propio con más desenfado y menos cálculo. Solían usar apelativos rebuscados al estilo de Lady & The Tramps, Lonnies Legends & The Corrents, Corky Ray & Audiofaze, Silky & The Shantungs, aunque también había quienes preferían ser más concisas (Darby Sisters, The Summits, etcétera).


Con la llegada de la psicodelia y el flower-power de la Costa Oeste de San Francisco, las féminas edulcoraron el ambiente con himnos a la paz y canciones arropantes de amor, como Mama Cass y Michelle Phillips, de Mamas and The Papas, y Grace Slick, de Jefferson Airplane. Una excepción, menos por vocación que por su turbulenta personalidad, fue Janis Joplin. Con fama de conflictiva y estigma de alcohólica y heroinómana, la intérprete de Cry baby y otros clásicos conmocionó el cotarro con sus ronquidos y alaridos desprendidos de un auténtico sentimiento del desgarro.


Con Nico, la musa de la banda estadounidense Velvet Underground, comenzó un nuevo ciclo para las adolescentes amantes del rock. Ella, sin saberlo quizá, le dio un soplido cool al pop. Camino que seguiría Patti Smith, quien prácticamente recitaba en vez de cantar, poetizando el rock underground. Por contraste, su puesta en escena no era nada sosegada: se complacía con fingimientos masturbatorios y otras erotomanías. Pero la campeona en obscenidad fue la líder de la banda neopunk Plasmatics, Wendy Orlean Williams, experta en sexo mórbido, que incluía en sus shows desnudos y taladros eléctricos propios de los psicokillers.


Los últimos años de la década de los setenta y los inicios de los ochenta fueron pródigos en cuanto a la presencia femenina en bandas de rock. Un icono de la época fue, sin duda, Deborah Harry, la conejita sensual de Blondie. En los mismos carriles del new wave transitaban Kim Wilde, Chrissie Hynde (vocalista y compositora de The Pretenders), grupos como The Go-Go’s o las Bangles, o las siempre bienvenidas Cindy y Kate de los B-52’s (discípulas confesas de la visionaria Yoko Ono). Entre la saga punk, sería imposible omitir a las pioneras Slits y a diosas como Siouxsie Sioux (The Banshees), Poly Styrene (X-Ray Spex), Poison Ivy (The Cramps) y Exene Cervenka (X de Los Angeles). En otras tendencias se ubicaban Laurie Anderson, Suzanne Vega y la ex Fleetwood Mac, Stevie Nicks, cada una pionera en su estilo. Sin olvidar a la holandesa Mariska Veres de Shocking Blue.


Esto sin dejar de lado a otras exponentes de orientación más pop, que combinaban el look rockero con la plasticidad tan cara al marketing, como Suzi Quatro, Joan Jett, Pat Benatar, Nina Hagen y, para el mercado hispanoparlante, Alaska de España. Y aun hoy, en esta época marcada por el post-rock, subsisten cantantes y bandas femeninas de fuste, amadrinadas por Kim Gordon (Sonic Youth) y Kim Deal (Pixies).


Valga toda esta extensa introducción para hablar de The Breeders, banda liderada precisamente por la inquieta y atractiva ex Pixies Kim Deal, sin duda uno de los íconos del noise pop. The Breeders fue un proyecto trunco de la adolescencia de Kim, surgido muchos años antes de los Pixies, cuando ella y su hermana gemela Kelley tocaban en algunos clubes en Ohio. En 1989, en pleno apogeo de Pixies tras el aclamado Doolittle (1989), Kim decidió juntarse con Tanya Donnelly (Throwing Muses) para revivir The Breeders; el resultado fue el álbum Pod (1990), disco de culto para los seguidores del rock alternativo (es muy citada la opinión de Kurt Cobain considerándolo uno de los álbumes que más lo influyeron). Sea como fuere, recién con su siguiente álbum, Last Splash (1993), la banda consiguió altos cotos de popularidad y la unánime y merecida aceptación de la crítica.

Para Last Splash, hubo algunos recambios que posiblemente facilitaron que el sonido siguiera una dirección más vitalista y noise en relación con su álbum debut. El primero fue el alejamiento de Donnelly y su reemplazo por Kelley, quien retomaba de este modo el proyecto original de las hermanas. El segundo fue la incorporación de Jim MacPherson en la batería, tras el retiro de Britt Walford. La tercera variación fue quizá más determinante: Kim Deal asumió la producción del disco junto con Mark Freegard (Pod había estado a cargo del productor Steve Albini). Asimismo, Kim se atrevió con un instrumental más variado que en su disco debut: aparte de la guitarra eléctrica, toca el moog y el casiotone; Josephine Wiggs no solo se limita al bajo como en Pod, sino se luce con el contrabajo y el violonchelo; mientras permanece Carrie Bradley en el violín. Finalmente, hay un elemento clave: Last Splash es su primer disco post Pixies y no un proyecto paralelo como en el caso de Pod. Debió de haber sido como un renacimiento para Kim Deal, sobre todo si se toma en cuenta que había roto lanzas con “los duendes traviesos” porque Black Francis se había robado todo el protagonismo en Trompe Le Monde (1991).


El álbum se inicia con New Year, que deja ver una notoria influencia de Sonic Youth. "Soy el sol/ soy el nuevo año/ soy la lluvia/ soy el camino a casa", canta Kim en tono redentor. Enseguida los riffs pegadizos de Cannonball nos ponen sobre aviso de que estamos ante un clásico de los noventa: un tema absolutamente contagiante, directo, con cambios imprevistos y coros llamativos, que hacen imposible no seguirle el compás y retener el ritmo en la memoria, claves del buen pop-rock aplicadas aquí con el añadido de una letra que no está a la zaga de la música: "Escupiendo en los buenos deseos/ Soplando el infernal estrépito/ soy el último chapoteo// Te conozco pequeño libertino/ Sé que eres el verdadero arrullo// Te deseo arrullante bala de cañón/ en la sombra". Por si fuera poco bocado, Kim se contactó con su tocaya de Sonic Youth y el cineasta Spike Jonze -¿Quieres ser John Malkovich?, Ladrón de Orquídeas (Adaptation), Jackass-, quienes dirigieron un video-clip inmejorable para regusto de los homo videns (en relación con Kim Gordon, en verdad le devolvió el favor, pues ya antes Kim Deal había aparecido en el video de Little trouble girls de Sonic Youth, apoyando en las vocales tal como figuró en el álbum Washing Machine).


The Invisible Man y No Aloha podrían haber sido incluidas perfectamente en Bossanova, ambas se influencian del estilo del álbum de los Pixies, con esos inicios arropantes que luego desembocan en acelerados ritmos rockeros. Roi combina el experimentalismo electrónico con riffs propios del hard rock, con feedbacks y variaciones que otra vez nos recuerdan a Sonic Youth. El nombre es en verdad una transliteración de Raw, cuya letra se reduce a una sola frase: "Raw: where the shot leaves me gagging for the arrow". Por lo demás, un track tributario de los lejanos experimentaciones minimalistas de McCartney en el White Album; me refiero a canciones como Wild Honey Pie y Why don’t we do it in the road? (no por nada los Pixies habían realizado un cover de Wild Honey Pie en su presentación en la BBC).


Prosigue la canción de amor Do you love me know?: tremenda melodía, hermosa entonación y armonías vocales, una de las gemas escondidas de este álbum, cuya letra parece una súplica a punto de tornarse en un mandato: "Me amaste antes/ Me amas ahora?/ Regresa a mí de una vez/ Vamos, Vamos, Regresa de una buena vez!!". A continuación escuchamos el electrizante instrumental surf-rock Flipside (ya con los Pixies había versionado el Cecilia Ann de los Beach Boys), luego el power pop I just wanna go along, cantado por su hermana Kelley, para aquietarse nuevamente en Mad Lucas (¿elogio de la locura o crítica?).



La influencia beatle se hace notoria en Divine Hammer, pues mantiene la estructura simple y la cadencia de muchas canciones de la época del A hard day's night; es más, no creo exagerar si afirmo que rebosa similar hálito de frescura, aunque con un sonido mucho más potente, ciertamente más "noventero". S.O.S. es un instrumental de sonido absolutamente garagero y psycho, mientras que Hag es un pop rock al estilo de Blondie que demuestra la gran sensibilidad melódica de Kim para combinar letras sencillas con rasgueos y armonías cautivantes. Saints es otra pieza maestra de pop con acento heavy, que hubiera podido cantar perfectamente Joan Jett & The Blackhearts en los años setenta. Despide el disco un exquisito cover de la balada country Drivin’ on 9, y como coda, una versión más corta (de menos de 50 segundos) de Roi.



Last Splash es un muestrario de lo mejor del pop rock de los noventa, así como del inmenso entusiasmo y talento que despliega Kim Deal en cada uno de sus proyectos musicales, sea con The Breeders, antes con los gloriosos Pixies, o luego con The Amps.



CATEGORÍA: Alternativo.


VEREDICTO: Notable.


CANCIONES CLAVE: Cannonball, Roi, Do you love me know?, Slipside, Divine Hammer, S.O.S., Saints, Drivin' on 9.